Gabor Maté, sobre estrés en los padres y su impacto en los niños

Por: Daniela Guerrero

¿Por qué criar y educar niños puede llegar a ser una experiencia retadora y/o desafiante?

Según Gabor Maté, (Médico y escritor canadiense, autor de varios libros, que se especializa en el estudio y tratamiento de las adicciones, trastorno por déficit de atención y experiencias tempranas en la infancia), vivimos en una sociedad que tiene una ruptura en su estructura de comunidad y familia, donde la gente cada vez está más sola y estresada por las altas exigencias que hay que cubrir para sobrevivir.

El sistema y la cultura en que vivimos son “tóxicos», en la medida en que no brindan apoyo ni seguridad suficientes para proporcionar bienestar y un ambiente propicio para el desarrollo óptimo y adecuado de las nuevas generaciones. Los padres tienen que trabajar ambos para poder proveer, y con frecuencia están distraídos y ansiosos por su condición económica. También es normal ver que las relaciones se vuelven más complicadas con la llegada de los hijos y las tasas de divorcio aumentan.

Muchas parejas que continúan juntas, están también bajo mucha presión, tratando de lidiar con el día a día en un “burnout” (síndrome de desgaste o recalentamiento) parental porque para la mayoría es difícil ponerse de acuerdo sobre cómo manejar la educación y crianza de sus hijos sin que esto resulte en peleas, así como también les cuesta organizar su tiempo para crear vínculos más sanos y fuertes con sus hijos. Todo lo anterior, genera mucho estrés emocional en ellos que luego se traslada a sus hijos, no porque los padres no estén haciendo lo mejor que pueden, ni porque no están dando lo mejor de sí mismos, sino porque están estresados.

¿Cómo termina afectando entonces el estrés parental su relación con sus hijos?

Según las estadísticas y las investigaciones los niños pueden tener más probabilidades de adquirir cierto tipo de condiciones (asma, autismo, déficit de atención, hiperactividad entre otros), ya que ellos están naturalmente muy conectados a sus padres emocionalmente e incluso biológicamente, con lo cual, lo que sea que estresa al padre, estresa también al niño.

Por otra parte, Gabor explica que el desarrollo del cerebro humano sucede en relación con su entorno. Los circuitos en el cerebro del niño que no se desarrollan apropiadamente, dependen de la psicología social del entorno. Muchos desórdenes de los niños comienzan como mecanismos de supervivencia por parte de ellos para sobrellevar la experiencia de lidiar con padres estresados.

¿Cómo podemos empezar a hacerlo diferente?

Debemos tomarnos un tiempo para reflexionar y ser conscientes sobre el tipo de relación que estamos teniendo con nuestros hijos, mirar si hemos construido un vínculo fuerte con ellos, así como pensar y observar sobre qué ha sido de nuestra vida como padres para luego sí poder tomar acción y hacer algo al respecto para solucionarlo. Afortunadamente, las buenas noticias son, que no importa cuál sea la edad de nuestros hijos, ellos siempre necesitan del vínculo sano con sus padres, así que podemos agarrarnos de eso para reconstruir las relaciones con ellos con confianza. Somos nosotros quienes debemos hacerlo, es nuestro deber.

La invitación para hoy es que nos unamos a hacerlo en comunidad, ayudándonos unos a otros, creando espacios de apoyo donde podamos ser validados, donde podamos aprender más sobre estos temas y sobre todo donde podamos adquirir herramientas y beneficiarnos mutuamente. Este es sin duda, uno de los propósitos de La Escuela de Alexandria, poder aportar en la medida de lo posible todo lo que se pueda para generar estratégicas y un plan de acción acorde a la forma en que vivimos dentro del sistema en el que vivimos.

Fomentemos una cultura que valore fortalecer el vínculo con nuestros hijos, que lo vuelva algo indispensable, así como también promover herramientas indispensables para el manejo de estrés, porque, aunque es inevitable estresarnos podemos evitar llegar al «desborde».

Al menos, semanalmente podemos hacer el esfuerzo para que no se nos pase la vida sin darnos cuenta cómo estamos en la relación con nuestros hijos.

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