No todos vinimos al mundo a ser Kant

Por: Juan Carlos Isaza Botero, Coordinador Académico

“No hay una sola forma de aproximarse a la realidad y de ser inteligente y de ser exitoso”

Jorge Eslava Cobos

Hemos aludido en publicaciones anteriores al cambio de paradigma en relación con la educación. Es nuestro deber mencionar también que, vista la gravedad de la actual situación política internacional, necesitamos muchos otros cambios de paradigma, así como aprender juntos a aceptar los que ya se han venido presentando.

También es preciso reconocer que hay en nuestro país personas que han venido llevando a cabo un trabajo de incalculable valor, y que han sido pioneras en el tipo de educación que queremos materializar. De entre ellas destaca el doctor Jorge Eslava Cobos, neuropediatra con una amplia trayectoria y director del Instituto Nacional de Neurociencias, muy conocido en nuestro medio por su labor de difusión sobre las implicaciones de los hallazgos más recientes en su campo para la educación.

En esta extraordinaria TED Talk sintetiza las ideas fundamentales de ese ejercicio divulgativo. Como dato curioso, el doctor Eslava anticipó el concepto de “nueva normalidad” al menos cinco años antes de la pandemia, no profetizando cómo cambiarían nuestras vidas en virtud de esa situación, sino para señalar que el concepto de “normal” vigente a finales del siglo XX en relación con la capacidad cognitiva tiene poco sentido, si es que alguno en absoluto.

Esa idea fundamental de la charla subraya la importancia de aceptar, valorar y promover la diversidad (incluyendo la neurodiversidad) en las prácticas de enseñanza – aprendizaje, cosa que (por fortuna) ya es lugar común en nuestras charlas inspiracionales, pero que sigue siendo un desafío en la práctica, en el mejor de los casos aplicándose de manera excepcional.

Pero hay otra lectura de este cuestionamiento de lo “normal” que me parece bastante menos común y por eso, a mi modo de ver, más urgente, a saber, que no todos servimos para lo mismo ni de la misma forma, incluso si no tenemos ninguna aparente neurodiversidad. Es mi parecer, muy personal, y desde aquí hablo por mí, no necesariamente por Alexandria, que seguimos educando, tanto a nivel escolar como universitario, como si todo el mundo fuera a ser académico, es decir, a dedicarse a la academia.

Estoy seguro que todos podemos recordar ese compañero o compañera con quien crecimos desde preescolar y quien a mitad del bachillerato abandonó, porque “no pudo”, porque “le quedó grande” el colegio. Y parecía que como sociedades nos quedábamos tan tranquilos, asumíamos que algo andaba mal con el niño y esperábamos que la Divina Providencia le acompañara en su vida, que ojalá pudiese dedicarse a algo que no requiriera habilidades de pensamiento superior.

¿Qué hacen esas personas hoy en día? Conozco varios casos, que no dejan de ser un puñado de anécdotas y por lo tanto no son estadísticamente representativas, pero que no por eso hemos de desestimar. Pues los hay que son abogados, psicoterapeutas e incluso artistas de mucho peso que para mí son grandes referentes en mis empeños narrativos. No sólo no “fracasaron” en la vida, sino que algunos terminaron hasta encajando en la noción tradicional de éxito.

Siempre les digo a mis estudiantes, en un claro guiño a mis muy admirados filósofos estoicos, que el fracaso no existe, que lo que existe son las expectativas no razonables… Como que todos seamos Kant. Y es que si uno mira las habilidades de pensamiento crítico que se supone que todas las personas debemos haber desarrollado tras nuestra escolaridad, la expectativa es poco más o menos esa.

No es sino mirar las virulentas garroteras políticas en eX-Twitter o las actitudes frente a la barbarie de las guerras contemporáneas, para comprobar que haber pasado por la universidad no necesariamente es sinónimo de pensamiento crítico. Que quede claro que esto no es una crítica a las personas que carecen de él, no es nada fácil pensar críticamente. Antes bien, es una crítica a los sistemas educativos que pretenden que todos tengamos esas habilidades para ser personas de bien que aportemos a nuestras sociedades.

La realidad, sobra decirlo, no se parece en absoluto a semejante yugo. Hay filósofos muy serios hoy en día replanteando la ingenua y estrecha noción de racionalidad ilustrada. Llevando el ejemplo a otro ámbito mucho más común, para quienes no saben quién era ese tal Kant, uno de los culpables de que todos tengamos (o hayamos tenido) que madrugar para ir a estudiar, les digo acto seguido: es como si esperáramos que, para jugar fútbol, todos fuéramos tan hábiles como Cristiano Ronaldo. Ahí sí todos entienden de inmediato lo absurdo del escenario.

Por eso elegí el epígrafe con que inicia este artículo. En lugar de educar para que cada quien descubra y desarrolle su potencial, que puede ser en las tareas más diversas concebibles, y entendiendo que todas tienen la misma importancia social, desde barrer calles, pasando por crear dibujos animados, hasta trabajar por la cura contra el cáncer, imponemos unas expectativas rígidas que a todas luces privilegian un grupo de habilidades muy específico y muy restringido.

Otra idea común, que parte de una buena intención y aterriza en un escenario bastante sombrío, es que “todos pueden”. El problema es que eso se interprete como que “todos pueden con todo”, lo cual termina traduciéndose a veces en la expectativa de que un estudiante obtenga calificaciones sobresalientes en todas las asignaturas, imposición arbitraria y peligrosa en términos de salud mental.

En cambio, podemos leer el mismo “todos pueden” como que, razonablemente, es de esperar un mínimo de desempeño necesario en todas las asignaturas y un desempeño excepcional en algunas, incluso en una sola de ellas. Traduciendo esto al ámbito vocacional y de sentido de vida, podemos esperar, casi con absoluta certeza, que todos sean excepcionales para al menos una cosa, lo que sea, y si resulta que esa cosa nos parece inútil o baladí (como… qué se yo, jugar videojuegos o hacer videos de TikTok o analizar series de Netflix, por mencionar sólo algunos ejemplos en los que nadie nunca ha pensado), ese es nuestro problema, nuestro prejuicio, nuestra crianza, nuestra época, nuestra cultura, no del estudiante.

Para acabar de completar, imponemos una noción de “éxito” que es producto de una extrapolación enfermiza de la lógica económica a todos los demás ámbitos de la vida. Como si áreas tan fundamentales como el amor o las artes funcionaran de manera adecuada y sana con una lógica de producción en serie, mediciones exactas, balances de cuentas, pruebas estandarizadas, etc.… Luego nos alarman los índices de adicción al trabajo, la obsesión con la producción, la crisis ambiental, y otros problemas acuciantes de nuestra época.

Me ha sorprendido gratamente ver que el Harvard Business Review cada vez publica más artículos cuestionando esta extrapolación. En los últimos meses he leído uno excelente sobre la adicción al trabajo y otro sobre por qué es mejor un portafolio de carrera que un plan de carrera (enlaces al final de esta publicación).

Volviendo a la charla del doctor Eslava, algo que me parece alucinante es la parte en la que habla de las posibles carreras del futuro (recuerden que esto fue en 2013). No añadiré mucho más a lo ya dicho, pero sólo para reiterar: no todos vinimos al mundo a ser académicos, no todos podemos ni debemos ni queremos ser Kant. “No puedes ser Kant… y no quieres serlo”, dice el extraordinario comediante australiano Tim Minchin en un discurso de grado viral, instando a su audiencia a que por favor, por favor, hagan ejercicio, y refiriéndose a la contundente evidencia neurocientífica sobre la relación inversamente proporcional entre actividad física regular y el riesgo y/o el impacto de enfermedades mentales tan delicadas como la depresión.

En esta misma línea de análisis se nos quedan por fuera asuntos tan importantes como las mal llamadas “habilidades blandas”, por cuya carencia parecemos culpar a veces a los jóvenes de hoy en día, como si la Divina Providencia hubiese dicho: “qué demonios, hagamos una generación emocionalmente frágil”; y la educación en sentido de vida, un problema mucho más hondo que se manifiesta sobre todo en último año de colegio, con el “no sé qué estudiar”, “me gusta todo” o “no me gusta nada”, luego a los veintipico con los abandonos de carrera o, los dioses no lo quieran, mucho más tarde en la vida, con las crisis de la mediana edad o las frustraciones de vejez del tipo “mi sueño frustrado es…” o “no hice nada con mi vida” o “nunca hice lo que quise”…

Así que lo que hay es material para futuras reflexiones. Por lo pronto, gracias por leer, por favor vean la TED del doctor Eslava, a continuación, quedan los enlaces a los referentes que mencioné, sígannos en todas nuestras redes… y ahí les dejo ese trompo bailando en la uña.

Why we glorify overwork

Why you should build a career

9 Life Lessons – Tim Minchin

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